lunes, 14 de febrero de 2011

SANGRE HISPANO AZTECA

Respetuosamente:

La "mexicana" nos ha enseñado otras costumbres respecto a recordar a nuestros muertos. 
Al sur del río Bravo, donde comienza nuestra América, allá en México, antiguo y romántico se celebra el "día de los muertos" entre cultos, prehispánicos, y cristianos. 

Con el debido respeto:

Este es nuestro altar unificado, cada uno de nosotros ha hecho el propio, lo ha creado y embellecido a su manera.
Lo hemos hecho...



 ALTAR GENEALÓGICO


Somos mortales,
Todos habremos de irnos,
Todos habremos de morir en la tierra...
Como una pintura,
Todos nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
aquí sobre la tierra...
Meditadlo,
Señores águilas y tigres,
aunque fueraís de jade,
aunque fueraís de oro,
también allá iréis
al lugar de los descansos.
Tendremos que despertar,
nadie habrá de quedar.

NETZAHUALCOYOTL


Se concebía la representación del destino "muerte" y su celebración que contribuían a fortalecer a Tonatiuh (día) en su combate divino en contra de la oscuridad de la noche (que simboliza el mal), el paso de la muerte, al Mictlán, lugar de los muertos o descarnados, para llegar al Tlalocan o paraíso. La muerte es un espejo que refleja la manera en que hemos vivido; por lo que, si la muerte carece de un sentido, tampoco lo tuvo la vida.
En el concepto prehispánico de la muerte, el sacrificio de la  muerte- el acto de morir- es el acceder al proceso creador que da la vida. El cuerpo muere y el espíritu es entregado a los Dioses para pagarles el habernos dado la vida.
El pensamiento científico no ha resuelto al respecto; ¿es la muerte fín o tránsito?; ¿o la creencia de la vida después de la muerte, es un medio para establecer condicionantes para la actuación de los indígenas?; ¿creer es otorgar sentido a la existencia misma?
La celebración del día de los muertos es una de las formas de acercarnos al fenómeno del fín, que es la muerte. 
El recuerdo de nuestra mortalidad denota el que pensemos que no contamos más con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida. 
Tezcatlipoca, señor de la noche, señor del espejo humeante, el enemigo interior, el que se viste con la piel del tigre y del jaguar, el señor del norte, el verdugo de Quetzalcóatl, el hermano de Huitzilotochtli, el señor del cielo y de la tierra, fuente de vida, señor de la muerte, tutela de los hombres, orígen del poder y la felicidad, fuerte e invisible, el hombre del velo negro y el hueso expuesto, el cojo, el más temido del panteón azteca...

Tezcatlipoca, el que ostenta el espejo de obsidiana, donde el mundo se ve a sí mismo reflejado, lo peor y lo mejor del mundo, el espejo donde Quetzalcóatl se miró a sí mismo y se creyó un mortal, un simple hombre vulnerable y frágil, que acabó perdido en el delirio del pulque y los brazos de su hermano...

Tezcatlipoca, el doble, el silencioso hijo de Ometéotl, que domina el reino de los muertos. 

"Tezcatlipoca es el dios de la noche, del destino; lo identifican un cuchillo de obsidiana y un traje de jaguar, que es su doble, -nos dice la mexicana-; también se viste con franjas.
Preside el lado norte del universo asociado con el Mictlán, la muerte y el color negro, por eso su atributo principal es el espejo que humea. 
                                                  Viento frío, viento de la noche."


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